Translate

miércoles, 19 de junio de 2013

MACHUAYCHAS Y CHIPILCOS DE JULIACA

“La fiesta del carnaval chico que vivimos es algo que lo llevamos dentro y eso nadie ha podido cambiarlo ni lo va cambiar, porque es una costumbre propia que fue transmitida de generación en generación”, dice Mario Benavente Llerena, secretario de defensa y asesoría de los Machuaychas; su atuendo incluye un sombrero azul y una chalina larga que usa de forma simbólica.
Como todos los años y con sus colores característicos, los Machuaychas(de azul) y los Chiñipilcos(de verde) desarrollaron una de las fiestas más importantes de la ciudad de Juliaca.
La historia da cuenta de una lucha llena de enfrentamientos, que incluso dejó muertos; entre los Machuaychas, que significa“carne vieja”; y los Chiñipilcos, que quiere decir “diminutos”. A partir del año 1942, Machuaychas y Chiñipilcos, dejan esa lucha sólo para la historia y retoman una costumbre más bien amistosa, heredada de sus padres.
Tal como se había programado, el domingo desde las cuatro de la madrugada, tanto Machuaychas como Chiñipilcos, se concentraron en los cerros Huayna Roque y Calvario, desde donde anunciaron a la ciudad de Juliaca la llegada del Carnaval Chico y con él la Qashwa de San Sebastián.


Después de descender de los apus, Machuaychas y Chiñipilcos realizaron un recorrido por las diferentes arterias de la ciudad para contagiar a los pobladores con la efervescente fiesta del carnaval chico. Luego ambos se dirigieron a la Municipalidad Provincial de San Román, donde los esperaba el alcalde provincial, David Mamani Paricahua y su cuerpo de regidores; los primeros en llegar fueron los Machuaychas, luego los Chiñipilcos.
Tanto Machuaychas como Chiñipilcos, programaron similares actividades, desarrolladas paralelamente. El mediodía se le dio una ofrenda a la madre tierra (pago a la Pachamama).
Desde la cima del cerro Huayna Roque se puede apreciar todo. Sobre la plataforma varios fieles, con velas en manos, pedían bendiciones para sus hogares, postrándose bajo la cruz de San Sebastián; al costado,más de una docena de personas, entre mujeres y varones, armaban el altar para realizar la ofrenda a la Pachamama.
El altar armado por los Machuaychas, es uno de los más grandes, ya que pobladores y autoridades hacen llegar sus ofrendas. Como para afirmar las tradiciones, este año se armaron dos altares, uno a cargo de las mujeres y otro a cargo de los varones; el maestro de la ceremonia andina fue Alberto Chambi Pérez.
Mientras que en el cerro Calvario, una veintena dejóvenes se incorporaron a los Chiñipilcos, a quienes se les dio la bienvenida con una juramentación tradicional y bautizándolos con cerveza. Allí también se vivió una verdadera fiesta de los carnavales, la Qashwa de San Sebastián.
El festejo se prolongó durante horas, con todo el colorido y la alegría que los caracteriza; Machuaychas y Chiñipilcosse apoderaron de las calles y los espectadores no resistieron la provocadora invitación de la música, uniéndose a la fiesta que marca inicio a los carnavales de juliaqueños.

No hay comentarios: