“La fiesta del carnaval chico que vivimos es algo que lo llevamos dentro y eso nadie ha podido cambiarlo ni lo va cambiar, porque es una costumbre propia que fue transmitida de generación en generación”, dice Mario Benavente Llerena, secretario de defensa y asesoría de los Machuaychas; su atuendo incluye un sombrero azul y una chalina larga que usa de forma simbólica.
Como todos los años y con sus colores característicos, los Machuaychas(de azul) y los Chiñipilcos(de verde) desarrollaron una de las fiestas más importantes de la ciudad de Juliaca.
La historia da cuenta de una lucha llena de enfrentamientos, que incluso dejó muertos; entre los Machuaychas, que significa“carne vieja”; y los Chiñipilcos, que quiere decir “diminutos”. A partir del año 1942, Machuaychas y Chiñipilcos, dejan esa lucha sólo para la historia y retoman una costumbre más bien amistosa, heredada de sus padres.
Tal como se había programado, el domingo desde las cuatro de la madrugada, tanto Machuaychas como Chiñipilcos, se concentraron en los cerros Huayna Roque y Calvario, desde donde anunciaron a la ciudad de Juliaca la llegada del Carnaval Chico y con él la Qashwa de San Sebastián.